Hace ya algo más de un mes, el 26 de marzo, volvimos a
convocar a los más pequeños de nuestro centro para hablar de una obra que nos
trae a la memoria inmediatamente recuerdos de nuestra infancia. Se trata de Caperucita en Manhattan, de Carmen
Martín Gaite. En ella la autora hace una original adaptación del cuento tradicional difundido por Perrault y
los hermanos Grimm.

No podían faltar
elementos como un impermeable rojo que Sara se pone siempre que va a visitar a
su abuela (llueva o no), una deliciosa tarta de fresa que la madre elabora
puntualmente cada semana para la anciana –y que esta aborrece, dicho sea de
paso-, una escapada a solas por el “bosque” (el metro en esta ocasión), y hasta
un malo malísimo cuya amenaza flota a lo largo de todo el relato (el vampiro
del Bronx) a falta de mayor ferocidad del lobo titular de nuestro cuento.

Por último, cabe reseñar el maravilloso uso del lenguaje del
que hace gala la autora y su maestría a la hora de mezclar los elementos del
cuento tradicional (la tan traída y llevada Caperucita, e incluso brochazos más
que evidentes de Alicia en el País de las
Maravillas) con los escenarios urbanos y tremendamente actuales de Nueva
York; igualmente explosiva resulta la mezcla de personajes tan prosaicos y apegados
al suelo como los padres de Sara o sus vecinos, con otros tan etéreos y
poéticos como Miss Lunatic o la propia protagonista, capaz de inventar hermosas
palabras que describen sensaciones sin nombre hasta ese momento. Una delicia de
novela, que nos deja un sabor a tarta de
fresa y a cuentos de la niñez.
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